viernes, 8 de septiembre de 2017

Día 9: Delicioso final

Día 9 y la travesía de los hermanos llega a su fin. Para (re)compensar los esfuerzos realizados durante el duro trayecto, decidimos (o simplemente sucedió) terminarlo de una forma algo... calórica, por decir lo menos.

Luego de despertarnos en el camping de "La grand tortue" ("La tortuga grande") y completar el ritual matutino de guardar carpas/sleepings/alforjas/etc, nos llegó la órden solicitada al 'boulanger' la noche anterior: 3 croissants (que terminaron siendo 5) y un "pain au chocolat" (cómo va de bien mi francés gastronómico!), además de comernos unos plátanos y algunas barritas proteícas.

Tras esperar que la lavadora y secadora terminaran (tiempo durante el cual aproveché para rememorar mi estimado 'freeletics' con una rutinilla), partimos con la energía proveída por el copioso desayuno.

Una hora y 23 kilómetros después, nos encontrábamos en la pintoresca ciudad de Amboise, con su imponente castillo y cafés al estilo parisino. Qué mejor lugar para disfrutar de un "second breakfast" de muchos frutos secos y, cómo no, más barritas proteícas.

Manteniendo el buen humor y ritmo, en otra hora y otros 24-25 kms, nos vimos de pronto ante las imponentes torres de "Tours" (sic), pertenecientes a la catedral que ya se veía bastante antes de entrar en la ciudad, como aliciente del anhelado destino. Al llegar, no había opción más lógica que senarnos a deleitarn unos bocadillos celestiales de jamón Serrano, algún queso francés y el - cada vez menos abundante- aceite de oliva de ajos. Un gran final para una gran travesía, o eso parecía.

Después de un corto photoshoot (al cual Alfonsito no estuvo demasiado predispuesto), we were back to business. Mi bicicleta debía ser embalada y enviada desde Tours a Barcelona, mientras que Alfonso decidió que haría lo propio en Amberes, más cerca de su aeropuerto de embarque. Logrando mendigar una caja y un protector de horquilla a un negocio local de bicicletas, nos instalamos delante de la propia tienda a descuartizar la pobre bicicleta y meterla en una caja (ante las inquisitvas miradas de los empleados de la tienda y las esquivadas de los peatones). Cuter y celo fueron las estrellas de un embalaje contra el reloj por tener que llevar la caja a la oficina de correos antes de que cerrara.

No obstante haber logrado la hazaña, nos dimos con la sorpresa que las dimensiones de la caja superaban por un amplio margen lo permitido por "La Poste", el "Correos" de Francia. Decepción que se vio aumentada por no encontrar respuesta en ninguna otra oficina de mensajería. Dada la hora, decidimos esperar al día siguiente para seguir buscando candidatos de entrega, por lo que, caja gigante en mano, Franco y yo (Sergio) nos dirijimos al airbnb reservado para dejar las cosas (qué se habrá imaginado la pobre chica que traerían 2 peruanos -uno de ellos Franco- en una caja sospechosamente grande, no quiero ni saberlo).

Dejando todo en orden en el piso alquilado, el hambre (re)comenzó a apremiar, el cuerpo demandaba calorías. Tras infructuosamente proponer un lugar francés para comer, terminamos comiendo en el "Upper Burger", para variar un poco la dieta. Debo admitir que no decepcionó. Aún así, el cuerpo pedía más. Camino al piso, un Burger King probó ser suficiente tentación para pedirnos una hamburguesa más y 3 helados, oh cerditud! Con el estómago - ahora sí- repleto, fuimos finalmente a dormir tras un largo, intenso y, cómo no, deliciosamente calórico día.

S.

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